POR QUÉ SON IMPORTANTES LAS AYUDAS A LA CREACIÓN

 Hace casi dos décadas Miguel Cereceda escribía en el catálogo de MAD.01:
"…un periodo de diez o doce años sin inversiones culturales convierte el territorio en un páramo, de modo tal que los artistas que no consiguen acceder a los museos nacionales — reservados por su naturaleza propia a las grandes exposiciones internacionales o a las grandes retrospectivas de artistas históricos nacionales — se encuentran al final sumidos en la nada, sin un espacio para exposiciones, sin catálogos subvencionados, sin ayudas ni promociones para viajar o exponer en el extranjero…”
 Efectivamente, la ausencia de políticas culturales en la Comunidad y el Ayuntamiento de Madrid ha tenido efectos devastadores. A la dejadez absoluta de los años 90 que Cereceda denunciaba en su texto, siguió una estrategia perversa que tenía como objetivo transformar la cultura en entretenimiento, como parte de la reconversión de Madrid en un destino turístico. Los ocho años de Ruiz Gallardón al frente del Ayuntamiento (2003-2011) nos dejaron ciento cincuenta mil metros cuadrados de contenedores culturales en los que las artes visuales virtualmente desaparecían, substituidas por una confusa amalgama de buen rollito, pensamiento crítico-institucional (nótese el oxímoron) y, sobre todo, una producción de pseudo-espacio público acorde con su proyecto de ciudad neoliberal. Pronto publicaré un artículo sobre esto.

En aquel periodo conseguimos que se aprobasen las primeras Ayudas a la Creación, de las que hubo siete convocatorias (de 2006 a 2012 inclusive). Se otorgaron en total doscientas quince ayudas, tanto a creadores como a organizaciones “independientes” dedicadas a la gestión, edición, etc., por un total de algo más de dos millones de euros. En este periodo hubo también ayudas para artes escénicas, con bases y cuantías que desconozco. El efecto de estas ayudas sobre el tejido creativo de Madrid fue notable, pese a lo limitado de los recursos: el año con más dotación, 2008, el presupuesto para las ayudas fue de 555.000€1.

En mi opinión la convocatoria por parte del Ayuntamiento de Madrid de las Ayudas en 2017, con un presupuesto de cerca de seis millones, escénicas incluidas, ha sido, en materia de políticas culturales, la decisión más acertada y con más visión de futuro del gobierno de Manuela Carmena. Pese a los errores habituales de la primera edición, pese a determinados desacuerdos que la Plataforma manifestó en su momento, pese a lo accidentado del diálogo que se inició con la llegada de Getsemaní de San Marcos a la D.G. de Actividades Culturales, y pese a los plazos inasumibles para los creadores que impuso la burocracia municipal2, la instauración de un sistema de ayudas a la cultura a través de convocatorias públicas es lo mejor que nos ha podido pasar a los creadores y gestores independientes de Madrid. Y por ende, a todo el sistema del arte. La convocatoria de su segunda edición, con un incremento notable el presupuesto y la apertura de nuevas líneas, como Investigación o Movilidad, es una noticia que todos debemos celebrar.

Explicaré por qué:

El modelo de financiación de la cultura a través de subvenciones en convocatoria pública aparece en la segunda mitad del siglo XX3, debido en primer término al agotamiento del modelo centralizado que había funcionado con relativo éxito desde la creación de los primeros museos de arte a finales del siglo XVIII. Aquel modelo respondía a la división entre la esfera pública y la privada que se impone tras el ocaso del Antiguo Régimen, por ejemplo la diferenciación entre el Tesoro de la Nación y el patrimonio personal del rey. En consecuencia, el Estado asumió la protección y promoción de la cultura, al mismo tiempo que un mercado anónimo, primero a través de los Salones y luego de las galerías, substituía al patronazgo de nobles y cargos eclesiásticos. La gestión de la cultura se convierte en una competencia de las administraciones públicas, que se ocupan de crear colecciones, fundar museos y escuelas de arte, organizar exposiciones, otorgar premios, etc. Por supuesto no fue un modelo exento de conflictos: los movimientos obreros, con su reivindicación de una cultura proletaria, cuestionaron los contenidos de la cultura hegemónica, que tenía como sujeto central al varón de raza blanca y perteneciente a las clases dominantes.

Pero a partir de cierto momento lo que se cuestiona no es sólo el contenido de la cultura institucional y las políticas culturales, sino su estructura y fundamentos. El modelo decimonónico queda obsoleto porque es incapaz de gestionar la diversidad creciente de nuestra sociedad, donde se van constituyendo nuevos sujetos: mujeres, minorías raciales… Tampoco es capaz de absorber un tejido creativo que aumenta exponencialmente ni de sortear el aparato burocrático que él mismo ha generado. Y sobre todo, se queda obsoleto porque es incapaz de responder a las demandas de autogobierno de la sociedad, que siempre camina dos pasos por delante de sus instituciones. Se hace necesario entonces liberar parte del presupuesto que gestionan las instituciones, para que esas energías creativas heterogéneas e innovadoras cuenten con los recursos suficientes para dar su fruto en la mayor libertad, sin perjuicio de que siga habiendo una cultura promovida desde el poder político, de acuerdo con los valores sociales y culturales de los sucesivos gobiernos.

Hay que señalar que en Madrid no se discute que haya recursos públicos para la cultura, pese a la privatización de la gestión de algunas áreas y dotaciones que efectuó el Partido Popular, sino la forma en que estos se aplican.

La “convocatoria pública de subvenciones en régimen de concurrencia competitiva”, como pomposamente se llaman, es el instrumento que hoy por hoy tenemos para que los ciudadanos podamos participar activamente en la ejecución de las políticas culturales. Sabemos que es una herramienta defectuosa, que su burocracia interna es poco eficiente y genera exclusión, que los sistemas de valoración no están exentos de cierta arbitrariedad, pero también sabemos que sin estas convocatorias el territorio acabará por convertirse en un páramo cultural, parafraseando la anterior cita de Cereceda.

En un entorno tan precarizado como el de Madrid, donde la mayoría de los artistas no alcanzan el salario mínimo interprofesional4 y el mercado es una entelequia, el apoyo del sector público se convierte en algo vital. La creación cultural es posiblemente el único sector de la economía española que no cuenta con este tipo de soporte, lo cual nos señala que hay un elemento ideológico tras la negativa a articular un verdadero sistema de becas y subvenciones para los artistas. Las ayudas públicas suponen además un importante respaldo a su libertad creativa y la posibilidad de desarrollar su trabajo sin depender de la simpatía de curadores o funcionarios. En una sociedad tan jerarquizada como la española, la posibilidad de obtener recursos sin necesidad de disfrutar de la “protección” de alguien que ocupe una parcela de poder no es poca cosa.


La opción contraria es la discrecionalidad de los altos cargos en la asignación de estos recursos (vulgo “a dedo”), de manera que son los directores de los museos o centros culturales, o los directores generales, o los cargos electos y sus asesores, quienes deciden cuánto y a quién se otorgan recursos públicos. El problema de este sistema es que el ciudadano necesita tener un acceso directo al alto cargo (vulgo “amiguete”), y que no se establecen unas reglas de juego comunes, para que sepamos cómo y por qué se da el dinero. A pesar de todo hay muchas personas que defienden este modelo, que es el que ha mantenido el Partido Popular en la Comunidad de Madrid, aunque la convocatoria del Ayuntamiento en 2017 les obligó a destinar una pequeña cantidad de dinero a subvenciones.

Para los que rechazan la convocatoria de ayudas a la creación y a la gestión independiente, es la institución quien produce la cultura y todos los recursos públicos deben concentrarse en ella. El ciudadano juega un papel pasivo y el artista es un recurso a disposición de los centros de arte o de las políticas culturales. No hace falta señalar los riesgos de la discrecionalidad: formación de redes clientelares, utilización política de la cultura, desarticulación de un tejido creativo sometido a los vaivenes electorales cada cuatro años… Y por supuesto, un empobrecimiento cultural de toda la sociedad, ya que los gobiernos promoverán sólo aquellas expresiones que sintonicen con su ideología, sea ésta cual sea.

Para otros las Ayudas a la Creación no eran un tema prioritario, por eso creo que la Plataforma por el Fondo para las Artes de Madrid puede considerar un éxito propio que finalmente asociaciones como MAV o el IAC, que nunca quisieron emitir un documento apoyando nuestras demandas, por más que se lo pedimos, se hayan presentado y hayan obtenido subvenciones tanto del Ayuntamiento como de la Comunidad.

En Madrid, además, estas ayudas llegan en un momento que podemos considerar crítico para las artes visuales: el sistema del arte español está a punto de colapsar. Varias personas de entornos muy diferentes me han hecho esta observación en las últimas semanas. El síntoma más claro: que las galerías ya no quieren, o no pueden, trabajar con artistas españoles. La ausencia de políticas culturales en Madrid durante más de veinte años y el uso de la cultura como un elemento de representación política por parte del Estado nos han conducido a una situación que no se sostiene más. El abandono en que han dejado a los artistas, mientras promovían la gestión, el comisariado y el comercio del arte es un caso único y un auténtico disparate. Parece como si nuestros políticos nunca hubiesen comprendido que hay una relación intrínseca entre el trabajo de los artistas y las exposiciones y museos que tanto les gusta inaugurar.

Las bases de la nueva convocatoria incluyen además mejoras notables, como expuso Getsemaní de San marcos en una sesión informativa el pasado 18 de octubre: se elimina la modalidad “Residencias en Red”, que revertía las ayudas en las propias instituciones municipales; se distribuyen por anticipado los presupuestos para creadores y para agentes culturales, de manera que se disipa la inquietud, justificada, de los artistas, que juegan con desventaja frente a los gestores. De hecho, en la anterior edición se concedieron 830.000 € a los gestores, y sólo 700.000 € a los artistas. Esta vez el presupuesto para los creadores será superior al que se destina a la gestión independiente. También se han ajustado los criterios, otorgando mayor importancia a la trayectoria y primando la calidad y la coherencia del proyecto sobre el retorno social, que habíamos criticado por su carácter ideológico y subjetivo. Por último, el número de especialistas independientes en el jurado sube de cuatro a diez, lo cual garantiza una mayor diversidad de puntos de vista y la preponderancia de los profesionales sobre los técnicos municipales (cuatro más la presidente), que es una garantía de transparencia y buenas prácticas.

Mi mayor preocupación en este momento es que las artes visuales siguen siendo los grandes olvidados de la cultura de Madrid. En 2017, de las 73 ayudas concedidas en el "Programa A Creadores” de las Ayudas a la Creación, sólo 17 fueron para artistas visuales. Es muy poco. La Comunidad de Madrid, con un programa que sólo puedo calificar de cutre (200.000 €) y elaborado sin abrir un diálogo con el sector, ha concedido este año 29 ayudas para artistas visuales. Los artistas visuales no disponemos de otras ayudas, al contrario que las artes escénicas, la música y los audiovisuales, y además nuestro sector, para lo bueno y para lo malo, carece de industria; es decir, no hay grandes compañías que produzcan nuestra obra, los más débiles de la cadena debemos asumir el gasto básico que mantiene el sistema en funcionamiento.

En todo caso me toca rectificar mis duras críticas del pasado y reconocer que el equipo de cultura del Ayuntamiento está haciendo el mayor esfuerzo posible por ofrecer a la sociedad general, y a la comunidad artística en particular, un sistema de apoyo a la creación transparente, equitativo y, por primera vez en nuestra historia, libre de intereses partidistas. Ojalá los demás grupos municipales entiendan su importancia.

El esfuerzo que realiza el Ayuntamiento debe mantenerse en el tiempo y debe ser compartido y ampliado por el próximo gobierno de la Comunidad de Madrid. La erosión que ha sufrido el tejido creativo de nuestra ciudad y comunidad autónoma a lo largo de los últimos 20 ó 25 años es profundísima, y no se va a regenerar tras una o dos convocatorias. El proceso será largo y exigirá también responsabilidad por parte de los que ocupan cargos directivos en las instituciones, algo que por desgracia no ha sido tan frecuente. De manera paralela, la comunidad artística debe participar activamente en la mejora de las bases de las subvenciones y pelear cuanto haga falta para contener las inercias autoritarias de la institución. Desde luego estamos muy lejos de las cifras que se manejan en otras capitales de Europa, pero incluso con nuestras limitaciones estoy seguro de que a medio plazo los resultados de este giro en las políticas culturales de Madrid se harán patentes. Y nos van a sorprender.



[1] Hablo sólo de las que se dirigían a artistas visuales. Las artes escénicas disfrutaban de presupuestos mucho mayores.
[2] En un artículo anterior señalé algunos de los principales defectos de la convocatoria de 2017 y planteé posibles soluciones: http://antimuseo.blogspot.com/2018/04/ayudas-la-ddestruccion-de-la-cultura.html
[3] El Arts Council británico se fundó en 1946, el National Endowment for the Arts de EEUU en 1965. En Austria se promulgó una ley federal de apoyo al arte en 1988; en Holanda la fundación Mondriaan en 1994…
[4] Ver La Actividad Económica de los/las Artistas en España. Estudio y análisis. Marta Pérez Ibáñez e Isidro López-Aparicio. 2017.

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