No hace falta dar más detalles sobre el desacierto del Ministerio, que ha dotado un plan de emergencia con 76,4 millones de euros, de los cuales sólo un millón está destinado a las artes visuales y aún con condiciones. El 1,3 %, recuerden esta proporción. Hablé de esto hace dos semanas (El millón del arte). Ahora ha sido el Ayuntamiento, que por fin ha publicado su plan de emergencia para la cultura, con el significativo nombre de Aplaude:
El Área de Cultura, Turismo y Deportes ha diseñado un plan de subvenciones destinado a mantener las estructuras culturales. Se creará una línea de ayudas de la que podrán beneficiarse teatros (1.909.000 euros), cines (1.172.500), salas de música en vivo (1.338.000 euros) y compañías de teatro, danza y circo (530.000 euros).En el párrafo siguiente añade:
Además las salas alternativas1 y los espacios singulares dedicados a la creación contemporánea podrán optar a una ayuda bianual por programación dotada con 1.640.000 euros y 1.000.000 de euros respectivamente.Las artes visuales aparecen por fin en la página 9: 100.00 euros para adquisiciones del Museo de Arte Contemporáneo municipal (?), durante la semana de Apertura. Es decir, 6.589.500 € para artes escénicas y mundo del espectáculo, un millón en un rubro de gran vaguedad, y 100.000 euros para las artes visuales, vía compras a las galerías. Pero, a falta de más datos, 80.000 de estos 100.000 euros ya estaban previstos en la subvención a “Actividades de promoción de las artes visuales en galerías y espacios de arte”, en principio para ir a ferias de arte. Así que en realidad parece que la cantidad extraordinaria que el plan de emergencia asigna a las artes visuales es de 20.000 €. Nos toca el 0,3 %.
Los artistas hemos desaparecido de las políticas culturales del Ayuntamiento.
El trabajo que desarrollamos entre 2015 y 2017 en la Plataforma para el Fondo para las Artes de Madrid ha sido liquidado de un plumazo. Entonces, en 2017, cuando Getsemaní de San Marcos asumió la Dirección General de Promoción de la Cultura, existía ya la idea de reformar las ayudas a las artes escénicas, con el fin de actualizar sus bases y aumentar las dotaciones. En una conversación informal le dije a Getsemaní que no podían dejar fuera a los artistas visuales y le conté cómo se crearon las ayudas de Matadero, diez años antes. A partir de aquí empezaron unas conversaciones, no siempre fáciles, que culminaron con la convocatoria de las primeras ayudas en 2018. Hay que decir que en estas negociaciones no contamos con el apoyo ni de AVAM, ni del IAC, ni de MAV.
Aunque sigue vigente el Plan Estratégico de Subvenciones 2019-2020, lo que ha presentado ahora el Ayuntamiento no parece un plan de emergencia, sino una reforma del sistema de ayudas a la creación que con tanto esfuerzo conseguimos plasmar entonces en las convocatorias que todos conocéis. Esta afirmación entra en el terreno de las suposiciones, porque no tengo manera de obtener una información fiable sobre los planes del Área de Gobierno de Cultura, pero por lo que podemos aventurar, las políticas culturales vuelven a su cauce, donde siempre han existido cuantiosos apoyos a las artes escénicas y los artistas visuales quedamos una vez más sumidos en el olvido. Dudo mucho que salga la convocatoria de Ayudas a la Creación en 2020, y menos aún en 2021, cuando nuestras administraciones públicas estén bajo la supervisión de la Unión Europea debido a sus altas tasas de endeudamiento. Al igual que el Ministerio, el Ayuntamiento no se pregunta quién hace, con qué dinero y en qué condiciones las obras que las galerías llevan a las ferias. Ni mucho menos si existe un escenario de creación experimental que quizás tarde décadas en salir al mercado, pero que es la base y la substancia del arte de una sociedad.
En un alarde de iniquidad el Ayuntamiento anuncia además que se cederán espacios públicos para los artistas plásticos: a la puta calle y trabajando gratis, para que nos entendamos.
El plan Aplaude es aún una declaración de intenciones, no sabemos cómo si fijará en los decretos y convocatorias correspondientes, pero nos indica el camino. En nuestro caso, artistas visuales, es el de la puerta.
¿A quién podemos recurrir? La Comunidad ya ha establecido sus límites, muy estrechos, y es de suponer que el año que viene los recursos sean aún más escasos. Ni el Ministerio ni el Ayuntamiento van a mover un dedo por nosotros. ¿El Reina Sofía? Al fin y al cabo es el Museo Nacional Centro de Arte Reina Sofía. Tan largos apellidos hacen pensar que su cometido es apoyar e impulsar el arte español. Y al suspender parte de la programación es posible que les sobre algo de su multimillonario presupuesto (treinta y nueve millones y medio para 2020, el 1,3% supondría una inyección de medio millón). Pero resulta que no. En la entrevista realizada por Marcelo Éxposito (qué sorpresa) a su director, Manuel Borja Villel, el catálogo de grandes conceptos que exponen con autosatisfacción (museo-hospital es el mejor) no contempla involucrar a los artistas españoles en la “renovación” del museo en ese futuro post-COVID que nos espera. Para Borja Villel el museo es el gran productor de significado, asume una función preceptiva: su cometido, o su privilegio más bien, porque es una cuestión de ejercicio del poder, consiste en definir qué es el arte, cuáles son los lenguajes/prácticas/contenidos legítimos e incluso establecer el lenguaje con el que debemos hablar de arte, porque como bien dice, a través de éste se alcanza el control de la subjetividad.
También declara ser crítico “con este arte excesivamente discursivo donde el hecho artístico se transforma en una ilustración”, pero lo cierto es que se dirige a una comunidad imaginaria –de nuevo el pueblo como secreción de la intelectualidad– que sólo existe en su cabeza y en la de los académicos que lo rodean, no a la comunidad de los artistas que justifican la existencia de un “Museo Nacional Centro de Arte”. Una multitud (es el término que ha substituido a pueblo) que sólo pueden exhibir en formato de muestra de laboratorio, recurriendo a diversos colectivos de Lavapiés en un ejercicio continuado de simulacro. El Picnic de que comenté hace dos semanas es un buen ejemplo: una merendola para treinta migrantes racializados reduce a magnitudes manejables la complejidad de las relaciones postcoloniales, sus conflictos con una institución colonialista en su esencia y exorcizan la turbia relación del museo con las industrias culturales, el turismo y la patrimonialización de la creación artística.
De igual manera, habla de la “gran precarización de los sistemas culturales”, pero no de cómo su propia gestión al frente del Reina está contribuyendo a invisibilizar y empobrecer a los artistas españoles, sobre cuyo trabajo no ha sido capaz de desarrollar las narrativas necesarias para situarlo en la historia, ni de proponer sentidos para una obra —entendida ésta como la producción colectiva de arte— que por definición es elusiva, contradictoria y a veces molesta. Quizás porque para él “De lo que se trata es de reinventar los modos de producción para construir nuevos tipos de espacios mediante otras formas de relacionarnos”. Que significa: “indicar a nuestros fieles lo que tienen que hacer para rellenar este museo que parece a la deriva sin alterar las relaciones jerárquicas de siempre”.
En fin, parece como si hubiese una conspiración de amplio alcance para acabar con el arte español. Quizás sea el único punto donde coincide todo el arco político, de VOX a algún obscuro partido maoísta que aún quedé por ahí. Los artistas no somos nada bueno. Lo que hacemos es burgués-revolucionario-elitista-populista y caro y raro. Para mí es muy difícil comprender por qué en un país desarrollado, donde se editan miles de libros y se producen buenas películas y series de televisión, donde hay unas infraestructuras culturales enormes y carísimas, donde hay miles de funcionarios y políticos dedicados a la cultura, que consumen decenas de millones de euros en sueldos, se mantiene esta especie de inquina contra las artes visuales. Debo reconocer que me gustan muy pocas cosas de las que veo, es cierto, pero también creo que las políticas culturales no se pueden basar en este tipo de valoraciones, porque un tejido creativo que ha sido sistemáticamente maltratado durante más de doscientos años2 requiere medidas de largo plazo y, ahora sí, cuidados hospitalarios. Los mismos que nos niega el antiguo Hospital de san Carlos, hoy MNCARS, ya que sale el tema.
Quizás los políticos piensen que los artistas españoles damos lo mejor de nosotros mismos cuando nos tenemos que ir del país. Ahí está la terna Picasso-Dalí-Miró, por no detallar todos los que hicieron y siguen haciendo carrera gracias a la hospitalidad de sociedades más amables con el arte. Somos conscientes de que si Picasso se hubiese quedado en España no habría llegado a nada, pero de lo que no se habla es del motivo: esos políticos, académicos y oportunistas de variada laya, como el ministro Uribe, la concejala Andrea Levy o Borja Villel, que siguen reproduciendo los mismos modos, los mismos desatinos y las mismas arbitrariedades de sus antecesores, con los artistas como sus eternas víctimas.
Creo que esto lo tenemos claro la mayoría de los que nos dedicamos al arte por estas tierras, pero hay algo que, dentro del folletín que estamos viviendo, aún ha conseguido sorprenderme: cuando el Ministerio de Cultura publicó su plan de emergencia hubo un gran revuelo. Se enviaron cartas abiertas al ministro, se exigieron reuniones de urgencia, incluso alguien inició una campaña en Change.org para pedir su dimisión. Facebook se llenó de declaraciones indignadas, no se escatimaron descalificaciones y la prensa se hizo eco de la rabia de los profesionales del arte. Cuando el Ayuntamiento de Madrid ha hecho lo mismo, no ha abierto la boca ni dios. Silencio absoluto. El Ministerio nos dedicaba un mísero 1,3%, pero el Ayuntamiento sólo el 0,3%. ¿A quién habría que criticar con más saña?
Claro, con el Ministerio no se puede negociar nada específico, es un marco demasiado grande para apañar algún tipo de privilegio. Tampoco va a tomar represalias. El Ayuntamiento en cambio es accesible. Las mismas asociaciones que han puesto el grito en el cielo por el agravio comparativo del Ministerio, tienen buenas razones para callarse en el caso del Ayuntamiento. Antes de que consiguiésemos esas ayudas en convocatoria pública de las que hablaba al principio, existían las llamadas subvenciones nominativas, que vienen ya con el nombre del beneficiario puesto. Un dinero anual que podían recibir a dedo, sin necesidad de arriesgarse con complejas aplicaciones ni competir con todos los demás agentes culturales y asociaciones de Madrid. O locales. A estas alturas AVAM ni siquiera existiría si no disfrutase de un espacio municipal con todos los gastos pagados. Su silencio por tanto, aunque injustificable, es comprensible.
[1] Con salas alternativas se refieres posiblemente a las salas alternativas de teatro, mientras que el rubro “espacios singulares de creación contemporánea” es un cajón de sastre donde también entran los espacios independientes de arte.
[2] A principios del siglo XIX, tras desaparecer las instituciones de patronato del Antiguo Régimen, el arte español quedó huérfano de cualquier forma de protección pública, mientras que la sociedad no acababa de entrar en la Modernidad y constituir un mercado como en otros países de Europa.
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